Caminé, por ahi
recorriendo los bosques.
Imaginé,
sonreí y me pareció lo mejor,
a lo natural.
Entré a una cueva,
reposé solo unos minutos,
escalé y llegué
a donde se encontraba el palacio.
La hojas y las plantas
no dejaban de recorrer
mis poros,
eran de terciopelo.
Observé que las armas
habian desaparecido,
clausuré mi mente
para dejarlo entrar,
y ataqué
por instinto,
para defender lo que era mío.
Cuando menos pensé,
la bestia ya se habia ido.
Regresé
orgullosa de mi batalla,
con heridas y moretes,
pero nada que sea permanente.
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